14 de marzo de 2025

PRIMERAS OBSERVADORAS EMBARCADAS (II): Muestreando un mar lejano en un tiempo pasado


Continuamos el mes de marzo con un relato del otro lado del Atlántico, en este caso sobre los primeros embarques en Malvinas, de la mano de Maria Sainza.


"Me llamo María Sainza y desde hace ya muchos años trabajo en el centro oceanográfico de Vigo del Instituto Español de Oceanografía. Estudié biología y como el mar ya era una constante en mi vida, acabé especializándome en zoología marina.

Esta que os escribo es parte de mi historia. 


*Foto propiedad de Maria Sainza, a bordo del Cornide de Saavedra.

En agosto de 1989 con mi título bajo el brazo, mucha ilusión por trabajar en investigación marina, un poco de suerte y una pizca de valentía juvenil conseguía embarcar en el arrastrero “Beiramar IV”  en las lejanas Islas Malvinas… Comenzaba así la etapa de mi vida como observadora a bordo en barcos de pesca. 

Tengo que reconocer que la suerte estuvo de mi lado cuando aparecí por el centro costero de Vigo en el momento justo en que necesitaban a una persona para embarcar porque les acababa de fallar la persona seleccionada. En menos de un mes aterrizaba en Port Stanley con más ganas que conocimientos, pero dispuesta a demostrar que no cometían un error contratándome (si, reconozco que el “síndrome del impostor” siempre me ha perseguido). Pero aún quedaba otro escollo que librar: encontrar un barco dispuesto a embarcarme. Y creedme, no fue fácil. Tardé una semana hasta conseguir que un barco me aceptase. Es aquí cuando tengo que hacer mención especial a la figura de Antonio Cordeiro, representante en aquel momento de la cooperativa de armadores en las islas, que de manera desinteresada consiguió que aceptasen a una mujer como observadora a bordo. Así pasé a ser la segunda mujer muestreadora de la flota española en Malvinas.


Embarqué en Port Stanley y el barco salió rumbo a la zona de pesca. Al día siguiente comenzaron los síntomas de un mareo que todavía recuerdo y que me duraron varios días. Cuando llegamos a la zona de pesca y ya pasado el mareo, comenzó la etapa de adaptación a un trabajo y a unas personas con las que poco tenía que ver. Tengo que confesar que no me resultó difícil, estaba muy ilusionada con el trabajo y el ambiente en el barco era una mezcla de novedad y curiosidad por mi persona y por lo que iba a hacer. Al principio me dediqué a observar y aprender las normas de la vida a bordo. No alterar las rutinas y no molestar eran mis objetivos. Supongo que así conseguí que mi presencia no fuese considerada un gran problema para nadie. 


Con todo el personal del barco conviví y trabajé durante meses codo con codo. Mientras duró la marea, la tripulación se convirtió en una familia con la que compartí trabajo y tiempo libre en un espacio común muy reducido. A esto hay que añadir temporales, humedad, frío, aislamiento…. Aún a pesar de los inconvenientes ahí estaba yo, tan feliz. Es cierto que no resultaba fácil convivir y trabajar en un mismo sitio. Esto unido a la inexperiencia podría generar malos entendidos que era necesario evitar.

Mi objetivo fue conseguir sacar adelante el trabajo por encima de todo y demostrarme a mí misma que era capaz. Y claro que lo fui.  Resultó una experiencia vital importante que además me ayudó a conocer al sector pesquero desde dentro y me reforzó mucho a nivel personal. 


Después de este primer embarque hubo más: repetí en Malvinas y luego en aguas de Somalia. Guardo un recuerdo muy especial de esta etapa “mariñeira”, unido a mi agradecimiento a todo el personal de los barcos en los que estuve embarcada donde me sentí como una tripulante más. En todas las mareas que hice se despertaba un verdadero interés científico por parte de la tripulación, con curiosidad por conocer los nombres científicos de los peces que se capturaban, como saber la edad de los peces, o porqué era capaz de distinguir los calamares y los peces machos de las hembras. A cambio, los pescadores me enseñaron a calcular “a ojo” cuánto y qué pescado venía en el aparejo, a localizar estrellas y constelaciones en el cielo, a avistar en la lejanía otros barcos, aves marinas, ballenas, delfines. Creo que al cambio salí ganando.


Gracias a esta experiencia como observadora a bordo conseguí con el tiempo formar parte de equipos científicos en varias campañas de pesca de arrastre en el simbólico y ya desaparecido buque oceanográfico “Cornide de Saavedra”… Pero ese ya es otro capítulo de mi vida."



    **Foto propiedad de Maria Sainza, a bordo del Cornide de Saavedra con compañeros del IEO y del IPMA.

***Maria Sainza Sousa actualmente trabaja como Técnica I+D+I en el IEO-CSIC de Vigo.

Gracias Maria, por compartir tus vivencias.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Presentación

Estimad@s colegas de profesión, Estamos muy content@s de anunciar la creación de APOCM, la Asociación de Profesionales de la Observación C...